domingo, 16 de marzo de 2008

Subvenciones, maestros y psicopedagilipollas

Me sigue sorprendiendo que se sorprendan. O que hagan tanto paripé, cuando en realidad no les importa en absoluto. Ni a unos, ni a otros. Y eso que todo viene seguido, como las olas y las morcillas. La última –estudio internacional sobre alumnos de Primaria, o como se llame ahora– es que el número de alumnos españoles de diez años con falta de comprensión lectora se acerca al 30 por ciento. Dicho en parla normal: uno de cada tres críos no entiende un carajo de lo que lee. Y a los 18 años, dos de cada tres. Eso significa que, más o menos en la misma proporción, los zagales terminan sus estudios sin saber leer ni escribir correctamente. Las deliciosas criaturas, o sea. El báculo de nuestra vejez. Pero tranquilos. La Junta de Andalucía toma cartas en el asunto. Fiel a la tradicional política, tan española, de subvenciones, ayudas y compras de voto, y además le regalo a usted la Chochona, la manta Paduana y el paquete de cuchillas de afeitar para el caballero, a los maestros de allí que «se comprometan a la mejora de resultados» les van a dar siete mil euros uno encima de otro. Lo que demuestra que son ellos quienes tienen la culpa: ni la Logse, ni la falta de autoridad que esa ley les arrebató, ni la añeja estupidez analfabeta de tanto delincuente psicopedagógico y psicopedagocrático, inquilino habitual, gobierne quien gobierne, del ministerio de Educación. Los malos de la película son, como sospechábamos, los infames maestros. Así que, oigan. A motivarlos, para que espabilen. Que la pretendida mejora de resultados acabe en aprobados a mansalva para trincar como sea los euros prometidos –una tentación evidente–, no se especifica, aunque se supone. Lo importante es que las estadísticas del desastre escolar se desplacen hacia otras latitudes. Y los sindicatos, claro, apoyan la iniciativa. Consideren si no la van a apoyar: ya han conseguido que a sus liberados, que llevan años sin pisar un aula, les prometan los siete mil de forma automática, por la cara. Y más ahora que, de aquí a tres años, con los nuevos planes de la puta que nos parió, un profesor de instituto ya no tendrá que saber lengua, ni historia, ni matemáticas. Le bastará con saber cómo se enseñan lengua, historia y matemáticas. Y más si curra en España: el único país del mundo donde los profesores de griego o latín enseñan inglés. Así, felices de habernos conocido, seguimos galopando alegremente, toctoc, tocotoc, hacia la nada absoluta. Todavía hay tontos del ciruelo –y tontas del frutal que corresponda– sosteniendo imperturbables que leer en clase en voz alta no es pedagógico. Que ni siquiera leer lo es; ya que, según tales capullos, dedicar demasiado tiempo a la lectura antes de los 14 años hace que los chicos se aíslen del grupo y descuiden las actividades comunes y el buen rollito. Y eso de ir por libre en el cole es mentar la bicha; te convierte en pasto de psicólogos, psicoterapeutas y psicoterapeutos. Cada pequeño cabrón que prefiere leer en su rincón a interactuar adecuadamente en la actividad plástico-formativo-solidaria de su entorno circunflejo, por ejemplo, torpedea que el día de mañana tengamos ciudadanos aborregados, acríticos, ejemplarmente receptivos a la demagogia barata, que es lo que se busca. Mejor un bobo votando según le llenen el pesebre, que un resabiado culto que lo mismo se cisca en tus muertos y vete tú a saber. El otro día tomé un café con mi compadre Pepe Perona –«Café, tabaco y silencio, hoy prohibidos», gruñía–, que pese a ser catedrático de Lengua Española exige que lo llamen maestro de Gramática. Le hablé de cuando, en el cole, nos disponían alrededor del aula para leer en voz alta el Quijote y otros textos, pasando a los primeros puestos quienes mejor leían. «¿Primeros puestos? –respingó mi amigo–. Ahora, ni se te ocurra. Cualquier competencia escolar traumatiza. Es como dejar que los niños varones jueguen con pistolas y no con cocinitas o Nancys. Te convierte en xenófobo, machista, asesino en serie y cosas así». Luego me ilustró con algunas experiencias personales: una universitaria que lee siguiendo con el dedo las líneas del texto, otro que mueve los labios y la cabeza casi deletreando palabras… «El próximo curso –concluyó– voy a empezar mis clases universitarias con un dictado: Una tarde parda y fría de invierno. Punto. Los colegiales estudian. Punto. Monotonía de lluvia tras los cristales. Después, tras corregir las faltas de ortografía, mandaré escribir cien veces: Analfabeto se escribe sin hache; y luego, lectura en voz alta: En un lugar de la Mancha, etcétera». Lo miré, divertido. «¿Lo sabe tu rector?». Asintió el maestro de Gramática. «¿Y qué dice al respecto?». Sonreía mi amigo, malévolo y feliz, encantado con la idea; y pensé que así debió de sonreír Sansón entre los filisteos. «Dice que me van a crucificar.»

jueves, 13 de marzo de 2008

La ridiculez nunca se limita


Caminando por el centro de Caracas, me conseguí este monumento a la ridiculez. Tradicionalmente la marginalidad criolla sale a relucir todos los años en fechas de graduaciones, o en temporadas vacacionales.
La necesidad de gritarle al mundo que destacamos aunque sea un ápice en la miseria de los seres que vegetan en lo que llaman vida, al "lograr con mucho sacrificio" algo tan irrelevante como un título de bachiller es solo superada por un título universitario o peor aún un TSU.
Las pintas con cherry blanco forman parte habitual del ritual, pero esto lo supera todo, los papeles pegados en toda la camioneta tienen todos y cada uno un mensaje personal, único y original, cosas como "felicidadez", "te lo mereses", "exito en tu bida profecional", lo adornan en detalle en toda la carrocería.
Solo espero que disfruten tanto como yo al momento de soltarle la maldición de ojalá que se mate con todos los idiotas que le escribieron, a ver si salimos de un grupo de tarados de un solo golpe

Los nicks del mesenger

Algunos opinaran como yo, que con toda esta revolución cibernética la proliferación de pajuos es abundante, o mejor dicho, como ahora nos domina la globalización nos damos cuenta, de la cuerda de pajuos que tenemos cerca (sin ofender) y que antes no los conocíamos esa personalidad tan ladilla... La gente quiere 'ser diferente' y lo evidencia con los largos, necios, fastidiosos, ladillas, y por sobre todo PAJUOS nicks del Messenger!!! La gente se niega a poner un simple nombre de pila o nombre y apellido a lo sumo... y ya!!! y es así como por ejemplo, nuestra mejor amiga 'Juana' se conecta como: 'Angel Fire' o 'Estoy viendo TV...' y esto, amigos míos, es como una patada en el culo. Te conectas al Messenger y consigues un montón de cursilerías,publicidades, anuncios íntimos, y cualquier pajería similar y tardas tiempo para identificar quien coño es quien, tras ese montón de ridiculeces. Y como hay de todo en este mundo, he podido clasificarlos de la siguiente manera: Los que sólo ponen nombre o apodo.. Esos son de los que menos hay!!!! Utilizan nombres de pila o nombres por los que le llama la mayoría de la gente que conocen o apodos. A veces pueden añadir algún emoticon para saber su estado emocional. Ej.: JENNY ;) DORE :( :( :( :( Patricia :P El Escorpión... Luego están los del nombre o apodo pero con recado. Incómodos de leer pero pasables. Te recuerdan su estado, donde están o que hacen. Ej.: Darwin.... rascándome las bolas Anita: con diarrea y vómito
Luís ... En Margarita jodiendo con los panas
Juan - pelando bolas...

Ahora los que utilizan seudónimos. Aquí ya empieza la decadencia. Suelen ser unos fritos que tienen que demostrar al mundo lo originales que son por copiar un nombre de una serie famosa.
Ej.: Mr. Bean
El Chavo
Beouwlf
Soy el Profesor Rui Ra... (8)
Los que utilizan ornamentación y floripondios. Supongo que es la clase de personas que en la vida real tienen el tablero del carro forrado con peluche y un perrito que mueve la cabeza además de las calcomanías en el retrovisor y un CD rayado guindando ahhhh... no olvidemos el zapatico del ahijado.... PEAZO E NICHE!!!. Son incomodísimos de leer y encima pareciera que se retaran entre ellos para ver quien pone más floripondios.
Ej.: [[[(K)(F):):):) Nena :(:(:((F)(K)]]]
`·.¸¸.·´´¯`··._.·- - --^[(F)(F)(L)(*) ߣ(3Å (*)(L)(F)(F)]^-- - -`·.¸¸.·´´¯`··._.· Los que te cuentan su vida. Mira cabrón, si quisiera saber como ha ido tu fin de semana, te lo preguntaría, ¿no crees?
Ej.: Manuel. Por fin te graduaste hermanita! A buena rumba en la Quinta Esmeralda!...
Reina bailas como una chaca chaca...
Yo bien y la familia bien gracias a Dios...
También están los emperraos, les encanta decir al mundo lo felices que están con su relación, a veces lo acompañan de la fecha en la que empezaron a salir.
Ej.: Dani & Juancho 20/05/2007 JUANCHO TE QUIERO Eres el sol de mi vida (este es el nick de Dani),
Juancho & Dani 20/5/2007 Tigre: a que hora es el juego hoy? (este es el nick de Juancho)


Los pedantes. Usan frases repetidas, citas de poetas o extractos de canciones. Si lo escribes en inglés eres incluso más nice!... mas cool!!! ØØ
Ej.: Elena (it's times like these time and time again)
Juanpi: Si quieres algo, déjalo libre, si vuelve a ti, es tuyo, y si no vuelve, es porque nunca lo fue...
Los resentidos-reprimidos: Son aquellos que incluyen en sus nick indirectas-directas hacia algún individuo que les ha causado una arrechera o a quien no les para bolas.
Ej.: Marcos----- 'agua que no has de beber, déjala correr'
La nena..... Te extraño... mis noches sin ti son vacías...¿Por que lo hiciste? ¿Con quien te fuiste? ¿En donde estas?.....:'(
Mary---- 'Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hechooooo, mal pario'...


Los maniacos depresivos: Compadre yo les voy a decir una vaina... Si están tristes, deprimidos, enguyabaos o despechados, en la farmacia venden un calmante muy eficiente llamado 'Campeón' dos dosis, y listooo... se acabo el dolor... sin necesidad de torturarnos a nosotros que estamos alegres y nos conectamos al MSN con la ilusión de pasar un buen momento.... OK?
Ej.: Caro... Muy triste.... mi perro Pelusa se murió.... :(
Carlos... Rebecca piensa en mi, llora por mi, llámame a mi, no lo llames a el, ni mucho menos pienses en el... (8)
Pero sin duda, los nicks que más detesto son los compuestos. Los que lo quieren tener todo. Gente que te cuenta su vida, te pone una cita, utiliza seudónimo y encima añade floripondios!!!

Ej.: +++(b)(b)(b)(b) Caballero negro (*) MARCOS x SARA 12-3-06 (*) Nothing can change what you mean to me (*) Toy triste :( (b)(b)(b)(b)///+++ (Me estoy bañando)

(B)(B)(B) El Cañero (B)(B)(B) MegaParty Stripers en Playa Parguito/11/07 50.000 bolos por er pecho!!! Barra libre.... (Y);) Que tripeo de fin de semana.... Pasando el ratón...

+++///(*)(*)(*)marisela+¿La ensalada de gallina lleva gallina?+it´s raining men+maná fue lo maximo+Bebe te amo...By Carlos... te extraño...(*)(*)(*)+++

Y lo peor de todo es que esta última clase es la que más abunda.
AAAAAAAAHHHHHHH!!!! y no podría faltar el patognomónico de los ridículos!!! Colocar el titulo antes del nombre... Coño e su madre...
Ej.: Lic. Marinés Valera.
Lic. Fragachan.
Dr. Pedro Ramirez(abogado de la repubica)..
Dra Fulana de Tal (Médico Cirujano)

domingo, 9 de marzo de 2008

La mujer del chándal gris (Artículo semanal de Arturo Pérez-Reverte)

Lo malo que tiene esto de montártelo de gruñón cada domingo es que, de pronto, estás sentado observando a la gente en una terraza de la plaza mayor de Gomorra, o de Sodoma, o de donde sea, tomándote una caña mientras miras hacia arriba con sonrisilla atravesada, esperando que empiece a llover napalm, y de pronto pasan un Lot o un justo cualquiera y, en plan aguafiestas, te fastidian el espectáculo. Eso, más o menos, fue lo que me ocurrió hace un par de días, cuando estaba en la plaza de España de Madrid, antigua montaña del Príncipe Pío, intentando situar con un amigo el sitio exacto donde, a las cuatro de la madrugada de un 3 de mayo, los marinos de la Guardia Imperial gabacha le dieron matarile a cuarenta y tres madrileños. Estaba en eso, como digo, parado al sol –hacía un frío del carajo– mirando el paisaje y queriendo adivinar, bajo éste, las referencias urbanas y el punto de vista donde Goya se situó, y nos situó a los espectadores, para pintar su cuadro. En ésas veo llegar ante un semáforo, cuyo paso de peatones está a punto de pasar a rojo, a un ancianete tembloroso que caminando con dificultad, apresurado, inicia el cruce con pasitos tan cortos que nunca lo llevarán al otro lado antes de que los automóviles se le echen encima. Por un momento considero interrumpir la conversación y socorrer al abuelo; pero me encuentro relativamente lejos y comprendo que no llegaría a tiempo –tampoco es cosa de salir corriendo descamisado como Clark Kent–, que las ocho o diez personas que hay a un lado y a otro del paso de peatones tampoco van a mover un dedo, y que el osado vejete tendrá que valerse con el único recurso de su baraka, carambola o no carambola, y la humanidad de los conductores –pocas veces excesiva en Madrid– que lo dejen cruzar, o no, antes de ir a lo suyo. Entonces llega el aguafiestas. El semáforo de peatones acaba de pasar a rojo, y yo tengo preparado un hijos de la gran puta mental en obsequio de quienes miran, impasibles, cómo el abuelo intrépido está a punto de convertirse en escabeche de jubilata. En ese momento, del grupo parado en el lado opuesto de la calle se adelanta una mujer menuda, de pelo negro, vestida con un chándal gris y zapatillas deportivas, que lleva una bolsa del Corte Inglés en una mano. Dirigiéndose al encuentro del abuelo, esa mujer lo toma por el brazo; y luego, haciendo ademanes en solicitud de paciencia a los conductores, lo acompaña hasta dejarlo a salvo en la acera, ante las miradas indiferentes de cuantos allí aguardan sin inmutarse. Pero lo que me llama la atención no es el episodio en sí, sino la extraordinaria ternura, el afecto insólito y dulce con que esa mujer ha cogido del brazo al vejete desconocido para conducirlo, tranquila y paciente –parecía tener todo el tiempo del mundo, y ponerlo a disposición del anciano–, hasta dejarlo a salvo. La mujer ha vuelto a su acera, donde, mientras el abuelo se aleja, espera a que el semáforo de peatones cambie de nuevo a verde. Cruza entonces, con los otros peatones. Puedo observarla mejor cuando pasa por mi lado, y entonces advierto un par de cosas. El chándal gris se ve ajado, modesto. Ella debe de tener treinta y tantos años y es –me lo había parecido de lejos, pero no estaba seguro– una inmigrante sudamericana, bajita y morena, con cara de india sin gota de sangre española y el pelo largo, muy negro y brillante. Procede, sin duda, de un país de ésos donde la miseria y el dolor son tan naturales como la vida y la muerte. Donde el sufrimiento –eso pienso viéndola alejarse– no es algo que los seres humanos consideran extraordinario y lejano, sino que forma parte diaria de la existencia, y como tal se asume y afronta: lugares alejados de la mano de Dios, donde un anciano indefenso es todavía alguien a respetar, pues su imagen cansada contiene, a fin de cuentas, el retrato futuro de uno mismo. Lugares donde la vejez, el dolor, la muerte, no se disimulan, como aquí, maquillados tras los eufemismos y los biombos. Sitios, en suma, donde la vida bulle como siempre lo hizo, la solidaridad entre desgraciados sigue siendo mecanismo de supervivencia, y la gente, curtida en el infortunio, lúcida a la fuerza, se mira a los ojos lo mismo para matarse –la vida es dura y no hay ángeles, sino carne mortal– que para amarse o ayudarse entre sí. Por eso, concluyo viendo alejarse a la emigrante con su arrugada bolsa del Corte Inglés y su ajado chándal gris, esa mujer acaba de ayudar al abuelete: por puro instinto, sin razonar ni esperar nada a cambio. Por impulso natural, supongo. Automático. Acaba de llegar a España, y ningún sufrimiento le es aún ajeno. Todavía no ha olvidado el sentido de la palabra caridad.

sábado, 8 de marzo de 2008

Festividades típicas





Como inicio, se me ocurrió publicar algo muy nuestro:




El día viernes tenía que buscar unos datos en el Registro Subalterno 3° de Caracas, con estupor ví la oficina decorada con toda la parafernalia propia de esta festividad tan típica en nuestras latitudes, no faltaban las telarañas, brujas, esqueletos, globos con colores alusivos, y para darle un toque de alegría, y de muestra de verdadero espíritu Jalogüinense, los funcionarios utilizaban sombreros de brujas, y de piratas en una explosión de irreverencia.
Una vez que me recuperé de los vomitos, ulceras e infartos me dediqué a tomarle fotos porque tal muestra de pureza ideológica y compromiso con los verdaderos y autóctonos valores socialistas que existen en esta patria desde que los dinosaurios en ejemplo de sacrificio decidieron convertirse en petroléo para sustentar el proceso de cambio.

Ante tal derroche de estupidéz, recordé un artículo de Pérez-Reverte sobre la importancia de celebrar algo tan nuestro como el Jalogüin, espero que disfruten las fotos y el artículo.

Nelson Pietrantoni
Sus muertos más frescos
(Artículo de Arturo Pérez-Reverte publicado en "El Semanal" el 30 de Noviembre de 2003) Una noche, justo a principios del mes que ahora termina, me vi asaltado por un grupo de niños vestidos de familia Adams, las caras pintarrajeadas de colorines, túnicas negras y gorros de punta, que llevaban una calabaza y linternas. ¡Halloween!, gritaban los pequeños hijoputas. ¡Halloween! Y cuando me detuve, rodeado como Custer en Little Big Horn, un enano de unos ocho años, disfrazado de una mezcla entre Drácula y Rappel, me miró con mucha fijeza y, asestándome el haz de la linterna en el careto, espetó, amenazador: "¿Trato o truco?". Dudé, consciente de la gravedad del asunto. "¿Qué tengo que decir?", pregunté con el viejo instinto profesional de quien pasó veinte años por esos mundos, eludiendo controles de psicópatas uniformados y con escopetas. "¡Trato!", aullaron los pequeños gusarapos. Lo dije, y todos extendieron la mano. Resignado, hurgué en los bolsillos y compré mi libertad y mi vida a cambio de tres euros y cuarenta céntimos. Ojalá os lo gastéis en reparar la videoconsola, pensé. Cabrones. Seguí camino, y a poco me crucé con un grupo de jóvenes y jóvenas, ya más cuajaditos, que pasaban tocando el claxon de sus Polos y sus Focus, vestidos de Freddy Kruger y gritando ¡Halloween! por las ventanillas. Y me dije: rediós. Lo que hace la tele. España. Primeros de noviembre. El país de los cementerios mediterráneos, de los huesos de santo y de don Juan Tenorio, donde nunca hubo una bruja suelta porque las quemábamos a todas. Y ya ves. Ahora todos vestidos de Harry Potter y haciendo el gilipollas. Porque ya me contarán ustedes qué carajo tiene que ver lo de Halloween con aquí, la peña. Esa murga de la calabaza es costumbre anglosajona, creo, llevada a Norteamérica por los irlandeses rebeldes que su graciosa majestad británica deportaba a las colonias con redadas de putas inglesas, para que unos y otras se aparearan cual conejos, repoblando las tierras que el exterminio de los indios -ejecutado, claro, en nombre de la razón, la libertad y el progreso- dejaban vacías. Sí. Nada que ver con los sucios y grasientos spaniards, que además de colonizar por vulgar ansia del oro, preñaban a las indias y hasta se casaban con ellas, los degenerados, llenando América de sucios mestizos que ahora le oscurecen la piel y el idioma a los votantes de Arnold Schwarzenegger o de George Bush, mis aliados predilectos. Y que se jodan. Pero me desvío del asunto. Y el asunto es que soy consciente de que, si leen esto, mis sobrinos van a decir que el tío Arturo es un antiguo y un fascista; pero qué le vamos a hacer. Tal vez vestirse como draculines, pedir viruta o caramelos o irse a bailar y soplar calimocho disfrazados de Chucky el Muñeco Diabólico sea más divertido. A lo mejor. Pero cada cual tiene sus gustos. Puesto a manejar calaveras, prefiero el día de Difuntos mejicano, que sí es hermoso, bellísimo como espectáculo y entrañable como conmemoración, lleno de tradiciones, de arte, de sentido y de respeto. Por favor. No me comparen a una pequeña Morticia gritando ¡Halloween! como una tonta del culo, con un crío mejicano que, junto a un altar de Difuntos barroco puesto por los familiares y vecinos en la casa, la calle, la iglesia o entre las tumbas del cementerio, te recuerda que es noche de Ánimas mientras pide un peso "para la calaverita". Y es que yo nací hace cincuenta y dos años, cuando no había puta televisión que nos contaminara de imbecilidad gringa. Así que háganse cargo. Mi infancia, he dicho alguna vez, transcurrió junto a un mar azul, viejo, sabio como la memoria, en cuyas orillas crecían olivos y viñas, y por el que vinieron, desde Levante, las cóncavas naves negras, el latín, los héroes y los dioses: todo lo que, en cierto modo, siguió luego camino hacia México y otros lugares donde hoy se habla y se lee en español. Crecí educado en esa certeza, oyendo cada noche de Difuntos -entonces esa noche aún se llamaba así- recitar a mis abuelos los versos del Tenorio, y visité con mis hermanos y mis primos, cada primero de noviembre, cementerios blancos donde mujeres vestidas de negro arreglaban ramos de flores junto a lápidas con inscripciones resignadas y serenas. Lápidas en cuya lectura aprendí, mucho antes de leer a Jorge Manrique, que la muerte no es horror, sino descanso. Así que no les extrañe que, con semejante currículum en el saco marinero -el mismo que tienen muchos de ustedes-, cuando vea a los de Halloween y a la madre que los parió, me acuerde, como en la maldición gitana, de sus muertos más frescos.