jueves, 13 de marzo de 2008

La ridiculez nunca se limita


Caminando por el centro de Caracas, me conseguí este monumento a la ridiculez. Tradicionalmente la marginalidad criolla sale a relucir todos los años en fechas de graduaciones, o en temporadas vacacionales.
La necesidad de gritarle al mundo que destacamos aunque sea un ápice en la miseria de los seres que vegetan en lo que llaman vida, al "lograr con mucho sacrificio" algo tan irrelevante como un título de bachiller es solo superada por un título universitario o peor aún un TSU.
Las pintas con cherry blanco forman parte habitual del ritual, pero esto lo supera todo, los papeles pegados en toda la camioneta tienen todos y cada uno un mensaje personal, único y original, cosas como "felicidadez", "te lo mereses", "exito en tu bida profecional", lo adornan en detalle en toda la carrocería.
Solo espero que disfruten tanto como yo al momento de soltarle la maldición de ojalá que se mate con todos los idiotas que le escribieron, a ver si salimos de un grupo de tarados de un solo golpe

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